Texto y fotos facilitados por Beatriz Ojanguren Alonso

Entre el 1 y 4 de abril trece alumnos de nuestro instituto, de 1º y 2º de la ESO, una profesora -la que suscribe-, junto con otra profesora de otro centro, un conductor, un autobús requetechulo y treinta cuatro jóvenes de entre 12 y 16 años del centro de la otra profesora nos dirigimos hacia el sur, destino las afueras de un pueblo de Ciudad Real. Concretamente la Finca Alarcos, el pueblo Valverde, a 8 km al suroeste de la capital manchega. Nuestro motivo y excusa: practicar la lengua de Molière en otras situaciones fuera de las aulas convencionales, salir de casa, ir de campamento, ver mundo, muchas ganas. De cabeza.

Pasamos de la Meseta norte a la sur como quien pasa de un pueblo de arriba a otro de abajo, es decir, fácilmente, gracias a un autobús cómodo no, lo siguiente, y espacio para todo el mundo; y con las montañas de la Sierra Central eternas, nevadas…majestuosas, llegamos a destino… Mientras otros chicos de otras clases de vete tú a saber de dónde se iban en sus autobuses, nosotros bajamos con ganas de mover el esqueleto. Instrucciones, esperas, recogida de sábanas, y en breve, a comenzar el planning. Un plan cargado en el que los chicos iban a hacer actividades diferentes durante tres días, con sus mañanas, tardes y noches (hasta las 23:30 en el papel)… Y poco a poco en français, on répéte la même chose, aunque la monitora chef, Marie, metió la directa con su francés de cuna e iba al español y vuelta al francés como quien lo lleva haciendo toda la vida… Una canción de bienvenida y todos al danse. Empezamos a grabar la actividad y a hacer fotos, principal actividad de las profes acompañantes.

Estiramos las horas de aquellos cuatro días como para contar más de 10 000 pasos en todas las direcciones, a la vez que lo físico nos iban estirando los miembros de todo el cuerpo (lo vivo en primera persona, porque las profes también nos animamos a alguna que otra actividad, y de ver a los chicos participar, pues también se pega, la empatía famosa). Eh oui !, se sacaba tiempo para comprender las instrucciones en francés, para tener que escribir en un journal, para correr, -varias veces a la hora-, para aprender otro baile y otra canción, para tirar con un arco, pasar frío y vértigo, -menudo aire el de la Mancha-, y aprender que las “cuisses de poulet” están “muy buenas” con el hambre que llevábamos al comedor, y para saber vivir sin el teléfono móvil durante 23 horas al día. Y no me quiero enrollar más y detenerme en todo el programa, por lo que se adjunta foto de la monitora apuntando palabras del mismo, así como unas fotos haciendo equipo. De eso hicimos mucho. Menuda familia formamos con los monitores y personal de allí.

Igual se propone hermanamiento cual trillizos, Finca Alarcos-IES Río Órbigo-IES Ornia. Va t’en savoir !