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PRÓXIMA REUNIÓN: JUEVES, 21 DE JUNIO DE 2012 LUGAR: IES. ORNIA HORA: 18:OOh |
Cómo limpiar una mesa de acero inoxidable sin convertir la cocina en un campo de batalla.
Hablemos con claridad. La mesa de acero inoxidable es, en cualquier cocina que se precie, el equivalente a ese amigo que nunca falla: siempre dispuesto, resistente, leal. Pero si uno la abandona, si se le olvida que hasta los más fuertes necesitan un poco de mimo, entonces pasa lo inevitable: pierde brillo, aparecen manchas y su noble acero se convierte en territorio hostil para huellas, grasa y desdén. Nosotros, que sabemos de fogones y de orgullo profesional, te contamos cómo dejar tu mesa como el primer día, sin caer en exageraciones ni recurrir a alquimias imposibles.
La limpieza de una mesa de acero inoxidable no exige fórmulas mágicas, sino algo de paciencia y productos que no insulten al material. Agua tibia y un jabón suave, de esos que huelen a cocina de madre, son suficientes para el mantenimiento diario. Un paño de microfibra será tu mejor aliado, porque no araña ni deja pelusas traicioneras. Limpia siempre siguiendo la dirección del grano del acero; no es un capricho, es respeto por el oficio.
Hay cosas que no pasan de moda: el buen jamón, un café con conversación, y el vinagre blanco. Ese líquido humilde es mano de santo para las huellas dactilares y las manchas superficiales. Un poco de vinagre diluido sobre un paño, unas pasadas suaves, y verás cómo tu mesa acero inoxidable recupera el gesto limpio y la dignidad que merece.
Si hay manchas rebeldes, de esas que se agarran como tertuliano a su silla, entonces recurramos al bicarbonato de sodio. Haz una pasta con agua, aplícala con suavidad, deja actuar unos minutos, frota con cariño (nunca con rabia) y aclara. Y nada de estropajos metálicos ni productos con cloro: eso es como lavarse los dientes con lija.
Muchos limpian bien, pero olvidan secar, y ahí empieza el desastre. El agua evaporada deja marcas, y esas marcas hablan mal de nosotros. Un paño seco y suave, una pasada final, y tu mesa de acero inoxidable parecerá recién llegada de fábrica.
Ahora bien, si lo que quieres es que esa mesa no solo esté limpia, sino que brille como los titulares de un domingo, hay opciones elegantes. Un poco de aceite de oliva o aceite de bebé en un paño de microfibra hará maravillas. No solo resucita el brillo, sino que protege la superficie contra futuras manchas. Otra opción más profesional son los limpiadores específicos para acero inoxidable, diseñados para devolverle su esplendor sin dejarla resbalosa ni pegajosa.
Después de aplicar cualquier producto, retira el exceso. El acero agradece la moderación. Un exceso de grasa solo atraerá polvo, pelusas y críticas. Y ya tenemos suficientes en otros ámbitos como para sumar más en la cocina.
Hay días en que la rutina no basta. Para una limpieza profesional, mezcla agua y vinagre blanco en partes iguales. Eso desinfecta y limpia de forma eficaz. Si la suciedad es testaruda, vuelve al bicarbonato, deja actuar, frota y enjuaga. El pulido final es el toque maestro: un paño seco y, si te apetece, un poco de producto especial para acero inoxidable.
En un mundo donde el plástico intenta colarse por cada rincón, el acero inoxidable es resistencia, higiene y presencia. En este blog de hosteleria más leído del país no se concibe cocina sin él. Su presencia impone, su mantenimiento educa. No lo trates como a un mueble más. Es parte de tu historia culinaria.
Jamás uses esponjas metálicas, estropajos verdes o productos clorados. Cada arañazo es un golpe al alma del acero. Tampoco mezcles productos como si estuvieras preparando una pócima medieval. Y por supuesto, no dejes la limpieza para mañana. Lo que se limpia hoy, no se convierte en problema mañana.
Una mesa de acero inoxidable bien mantenida es una declaración de principios. Dice: aquí se cocina con seriedad, con respeto, con pasión. Es espejo del cocinero, del chef, del que no se rinde ante la grasa ni el descuido. Porque el acero, como la palabra bien dicha, como el gesto noble, no envejece si se cuida.
Limpia, seca, pule. Hazlo con intención, como quien afila un cuchillo o prepara una salsa. Tu mesa acero inoxidable merece ese cuidado, porque en ella se corta, se amasa, se sueña. Y porque al final del día, cuando las luces se apagan y todo está en su sitio, el brillo del acero limpio es la recompensa silenciosa al trabajo bien hecho.