En una ocasión estuve en una charla sobre juventud que comenzó así: “Los jóvenes son las mejores personas que existen”. Enseguida me vino a la cabeza toda la “guerra que me dan” a mí a diario y me dieron ganas de corregir al ponente. Pero después se puso a explicarlo y me convenció completamente: los jóvenes tienen ideales que los adultos hemos ido perdiendo. Y recordé otra frase que había oído hace muchos años: “si a un joven le pides poco, no te da nada; si le pides mucho, te lo da todo”.

    Y pensé que puede ser ése el problema: que no hemos exigido suficiente, que nos conformamos con lo mediocre y quedamos a medio gas. Quizás por eso tantos jóvenes prefieren el deporte a la Iglesia: porque en las competiciones deportivas hay que darlo todo. Sólo se pueden ganar los campeonatos estando al máximo: te relajas un momento y te adelantan. Aunque también conozco a algunos jóvenes que han dejado todo por el Evangelio y andan en busca de “la corona que no se marchita” (San Pablo). Y por eso me gusta tanto ver en los medios de comunicación a los héroes de la vida ordinaria, no a los extravagantes de la telebasura (siempre pongo como ejemplo a Belén Esteban). Y no soy el único. Todo el mundo conoce a una de esas heroínas de la vida ordinaria: Santa Teresa de Calcuta.

   Pues eso: más “teresas” y menos “belenes”.